El renovado Pasaje Bollini
Las obras para renovar el Pasaje Bollini incluyeron la pintura de las fachadas con colores a elección de los vecinos y la colocación de expendedoras con bolsas para recoger excrementos de mascotas. Asimismo, se prohibió el estacionamiento de automóviles.
"La iniciativa partió de los vecinos. Todo lo que vino después tiene que ver con un trabajo en conjunto con la comuna", dijo uno de los vecinos del pasaje Bollini. "Lo primero que logramos fue el ordenamiento del estacionamiento y que no pasara más el camión recolector de residuos, que provocaba daños”.
La pintura fue donada por la empresa Tersuave, que, además, aportó 300 kilos de enduido para tapar grietas y refaccionar las fachadas, 500 lijas y 50 cepillos de alambre.
También la gente que pasea sus perros representaba un problema para los vecinos y la solución llegó luego de una auditoría vecinal que durante tres días, entre las 8 y las 19, contaron cuántos perros ingresaban en el pasaje. "Hicimos un conteo entre cinco vecinos de una misma cuadra, con postas de vigilancia en determinados horarios. Pasaban unos 300 perros por día, y ese dato fue la llave para tomar medidas", recordó Felipe. Por eso, se instalaron pequeñas casitas de madera con bolsas que sirven para depositar la materia fecal de los animales; los mismos vecinos las reponen. Además, lograron que la empresa Cliba realizara una limpieza con hidrolavadora una vez por mes.
El pasaje fue catalogado área de Arquitectura Especial (AE) por la Legislatura porteña. Esto significa que el lugar deberá preservar el carácter que lo identifica. Bollini conserva en su traza una gran cantidad de casas bajas, la mayoría construidas entre fines del 1800 y principios del 1900.
Este pasaje tiene una parte residencial y otra comercial, donde se destacan los locales gastronómicos y las galerías de arte. Hay edificios de pocos pisos. Bollini es muy buscado por su tranquilidad y la ubicación, son dos cuadras pintorescas.
El legendario pasaje cuya memoria encierra en sus dos cuadras, de espaldas al hospital Rivadavia -desde Pacheco de Melo al 2800 hasta la misma altura de French-, tanto míticas historias de cuchilleros como interminables noches de música y diversión a fines de los años 80.
Jorge Luis Borges homenajeó al pasaje en su poema La cortada Bollini. También evocó la fama del malevaje en su libro "Evaristo Carriego" (1930). Tomó en cuenta la proximidad con la Penitenciaría (Coronel Díaz y Las Heras) y los "hombres furtivos que se llamaban silbando", para recordar que ese vasto espacio tuvo una significativa denominación: Tierra del Fuego.
Por la epidemia de cólera, 300 inmigrantes que ocupaban un "asilo provisional" en el barrio de Palermo, fueron trasladados en 1874 a terrenos de la quinta Bollini, que se extendía desde Chavango (primer nombre de la avenida Las Heras), a la altura de Sánchez de Bustamante, hasta la actual calle Paraguay.
Fue un hecho desencadenante en la historia del pasaje Bollini, porque esos europeos y sus descendientes dieron forma a la zona. Vivían en casas precarias, levantadas por ellos mismos, y explotaban pequeñas chacras, lo que derivó en la venta ambulante de frutas y hortalizas. Al formalizarse en puestos, dio lugar a que también fuera conocido como Calle de la Feria.
En 1887 se oficializó el nombre de pasaje Bollini para las dos cuadras limitadas por las calles French y Pacheco de Melo. Los moradores de esa época eran quinteros y elaboradores de vinos, que habitaban casas modestas, y entre sus hábitos estaban el picado, que se disputaba en la misma callejuela, el mate en la puerta y el festejo del Carnaval. En muchas temporadas fue amenizado por una trifulca resuelta a punta de cuchillo.
En 1980 comienza la historia moderna del pasaje. Los 200 metros -con su característico empedrado y sus veredas angostas que sólo permiten el paso de una persona por vez- comenzaron a cambiar de fisonomía al instalarse pubs y restaurantes. En forma simultánea, las precarias viviendas fueron sustituidas por edificaciones de mayor porte, ajustadas al estilo colonial. Eso se advierte en los faroles de algunas fachadas, los portones y ventanales con herrajes y el colorido de paredes y techados.
En Bollini 2281, en 1983 se inauguró el local que llegaría a ser el máximo referente, La Dama de Bollini, un bar en el que se asocian la bohemia y una seductora decoración, Jorge Luis Borges solía pasar las tardes en una de sus mesas. La propietaria, Cecilia Leoni, quiso que fuera algo más. Empezó por organizar exposiciones de pintura en la calle, la primera, auspiciada por la municipalidad (intendencia de Julio César Saguier), de la que participaron figuras de la talla de Guillermo Roux, Raquel Forner, Raúl Soldi y Pérez Celis.
La empresaria consiguió en 1988 la personería jurídica de la Fundación Pasaje Bollini, cuyo objetivo es la promoción de las artes plásticas y la preservación de las características originales de la arteria. Según una nota publicada en el diario La Nación en 2002, Leoni dijo "En 1989 obtuvimos del ex intendente Facundo Suárez Lastra la peatonalización, para lo cual se colocaron cadenas, pero al poco tiempo la misma municipalidad dejó sin efecto la medida".
Estuvimos en el renovado Pasaje Bollini y aquí publicamos algunas fotos para que usted pueda apreciarlo.
www.conozcarecoleta.com.ar (5301) - Publicado: 23/12/15
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