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A 84 años del fallecimiento del Vicealmirante Julián Irízar

Fue el Comandante de la primera expedición argentina a la Antártida y su legado llega hasta nuestros días. Alguna vez fue náufrago y quedó a la deriva esperando un rescate.

Por eso, cuando le encomendaron comandar la corbeta ARA “Uruguay” con la misión de rescatar a la expedición antártica del sueco Otto Nordenskjöld, Irízar se preparó y fue. Tenacidad, paciencia, tranquilidad y conocimiento lo caracterizaban y así lo llevaron al éxito de esa misión.

Almirante Julian IrizarEl invierno de 1903 se cernía sobre la Antártida y los expedicionarios suecos más un argentino se preparaban para afrontarlo otra vez, sin saber que el “Antarctic”, el barco a vela y vapor que los había dejado en ese inexplorado continente y los tenía que recoger, se había hundido destrozado por los hielos.

Por un lado, el grupo de expedicionarios y por el otro, los náufragos. Todos atados a un destino antártico.

La corbeta “Uruguay” zarpó de Buenos Aires en la primavera de 1903 y para noviembre ya estaban navegando en cercanías de la isla Paulet, sin saber que los náufragos se habían refugiado ahí. Una semana después llegaron a isla Cerro Nevado, donde desembarcaron.

—Señor, una carpa —le avisa un oficial a Irízar. Habían caminado 7 horas en busca de los expedicionarios y ahí estaban, sobreviviendo, cazando focas para pasar otro invierno, a unos 20 kilómetros de la cabaña que habían construido.

Se acercaron tranquilos a la carpa y hablaron en voz alta entre ellos para no asustar a los hombres. Primero, una mano abrigada salió por la abertura de la carpa, luego se asomó un rostro rubio, despeinado, barbudo y sucio que los miró con espanto y sorpresa a la vez, y al final apareció un hombre alto y corpulento, con una bota puesta y la otra en la mano, lleno de algarabía y excitación por el encuentro. Era uno de los expedicionarios suecos.

“Estamos salvados”, pensó. Les ofreció café o té mientras buscaba nervioso la bota que tenía en la mano.

El sueco se tranquilizó y los hombres empezaron a arranchar sus cosas para irse a la cabaña donde estaban Nordenksjold, el alférez de la Armada Argentina José María Sobral y el resto de los expedicionarios. Al día siguiente, de nuevo la sorpresa cuando otro grupo de hombres llegó al Cerro Nevado. Eran el capitán del malogrado “Antarctic” y 5 tripulantes que habían salido a buscarlos.

Se saludaron y se contaron de sus peripecias, pero Irízar los interrumpió.

—¡Hay que partir cuanto antes!, les dijo. Irízar no contaba con que la tripulación del barco estuviera viva. Ahora también debía pasar por la isla Paulet y sacarlos antes de que el mar se convirtiera otra vez en hielo.

La corbeta “Uruguay”, con los expedicionarios y náufragos rescatados, zarpó de la Antártida el 12 de noviembre de 1903. Pero el continente blanco no les permitió salir indemnes de su odisea y se cobró con tempestades la osadía del buque de Irízar, que llegó a tierra firme con la cubierta, el palo mayor y el trinquete destrozados.

El 2 de diciembre arribaron triunfantes al puerto de Buenos Aires. Los esperaba una multitud. La hazaña quedó en una de las principales hojas de la historia antártica argentina.

Así, el tenaz Irízar se convirtió en el comandante de la primera expedición argentina a la Antártida. Hoy, el rompehielos de la Armada lleva su nombre, su legado y nuestra bandera a ese continente hostil.

Julián Irízar nació el 7 de enero de 1869, en Capilla del Señor. Ingresó a la Escuela Naval con 15 años y a los 20 recibió sus jinetas de alférez de navío. Lo destinaron al crucero ARA “Libertad” mientras se construía en Inglaterra, por lo que tuvo que embarcar hacia Europa en la torpedera ARA “Rosales”, que iba a España por los festejos del cuarto centenario del descubrimiento de América.

Pero la “Rosales” se hundió a los pocos días de haber zarpado, entre el 9 y 10 de julio de 1892, frente a cabo Polonio (Uruguay). De 79 tripulantes, solo se salvaron 20. Irízar fue uno de esos pocos sobrevivientes.

Los 20 que quedaron cuando el bote salvavidas se les hundió llegaron exhaustos a la costa, pero Irízar tuvo las fuerzas suficientes para caminar por los médanos 5 kilómetros hasta el faro Cabo Polonio en busca de ayuda. Volvieron a Buenos Aires una semana después.

La siguiente misión de Irízar fue supervisar en Inglaterra la construcción del buque escuela fragata ARA “Presidente Sarmiento”, que el 20 de septiembre de 1898 zarpó en su primer viaje de circunnavegación con guardiamarinas a bordo. Irízar viajó como profesor de Navegación.

La carrera de Irízar fue muy profusa y de rápido ascenso, prestó servicios en casi todos los buques de la Armada, llegó al almirantazgo, comandó la Escuadra de Mar y fue una de las figuras destacadas en la modernización de la Marina de Guerra.

Julián Irízar falleció el 17 de marzo de 1935, a los 66 años. Sus restos descansan en una bóveda del cementerio de Recoleta.

Hasta que se incendió, en abril de 2007, durante gran parte del año el enorme navío que lleva su nombre formaba parte del paisaje en la Dársena Norte de Retiro, donde estaba amarrado.


www.conozcarecoleta.com.ar (5055) - Publicado: Lunes 18/03/19 - Fuente consultada: Gaceta Marinera