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Murió Libertad Leblanc, una mujer audaz

Falleció en la noche del jueves en su casa de Recoleta donde se le había armado una internación domiciliaria. Tenía 83 años. Fue una gran figura del cine nacional en las décadas del 60 y 70.

Libertad LeblancFue una estrella del cine nacional, filmó más de 30 películas y en los años 60 y 70 fue la gran competencia de Isabel Sarli, la sex simbol argentina de aquellos tiempos.

Según informó a los medios su amiga Adela Montes. Libertad enfrentaba un cuadro de salud muy delicado que se había deteriorado en los últimos meses, con dificultades cardíacas y renales. Además, tenía Alzheimer.

Libertad María de los Ángeles Vichich fue internada de urgencia en el Hospital Rivadavia por una neumonía los primeros días de marzo. Al recibir el alta, siguió contando con todos los cuidados que su única hija, la kinesióloga Leonor Barujel-Vichich, había montado en el departamento de la actriz, con dos enfermeras que la asistían las 24 horas y el equipamiento clínico necesario.

Los problemas comenzaron hace tres años cuando Libertad viajó a España para vender un departamento y sufrió una afección cardíaca. “Después de eso volvió a la Argentina y comenzó un tratamiento, pero ya nunca volvió a estar del todo bien. Se la veía muy decaída, pasaba mucho tiempo en la cama y comenzó con un principio de Alzheimer”, explicó su amiga Adela, en diálogo con Teleshow.

“La Diosa Blanca” que con sus curvas despertó las fantasías de generaciones de argentinos, venezolanos, colombianos y habitantes de Tanzania, Kenya y Uganda.

Fue una transgresora cuando había ciertos temas que eran tabú, de los que pocos se animaban a hablar, hizo declaraciones como estas: “Me desnudo porque tengo un cuerpo hermoso. No sé qué significa objeto sexual. Soy como un museo en donde se va a mirar lo lindo. A lo sumo le hago un bien a las parejas, conmigo se recrean y siguen sus vidas”; “Hay gente que nunca ha aceptado que si bien soy una mujer con un par de tetas impresionantes, también pienso y opino”; “Feminismo es igualdad social. Misma remuneración, mismo derecho al goce, pensarse como ser humano íntegro”. “Nunca tuve problemas ni prejuicios con el sexo. Tenía aventuras por todos lados hasta que apareció el sida y cambié mi forma de vida”. En una entrevista, se explayó: “Estoy muy conforme con haber hecho siempre lo que quise. Porque el hombre y la mujer tenemos exactamente los mismos derechos, ante la ley, ante la vida, ante el sexo. ¿Por qué un tipo va a ser regio porque se acuesta con muchas mujeres y la mujer si tiene deseo no se va a acostar con quien quiera?”.

Nació el 24 de febrero de 1938, en Río Negro. Era hija de una familia adinerada, conservadora, tan católica que hasta ostentaba un obispo por pariente. Su padre, que administraba campos, fue asesinado antes de que ella cumpliera un año. Nunca supo el por qué, pero sí siempre supo que el nombre que él le puso la identificaba: Libertad.

La anotaron pupila en el colegio María Auxiliadora de Trelew. Enseguida mostró que no era la alumna ideal que se esperaba de esos tiempos. No era modosita ni calladita sino cuestionadora, frontal y desprejuiciada, características que no son ni pecado venial pero que se consideraban pecado mortal. Le tomaba el vino que no estaba consagrado al cura, les tiraba los tinteros a las monjas. A una le arrojó un plato y le abrió la cabeza. Cuando desarrolló su busto, la obligaron a fajarse. “Yo pensaba que tener busto era muy malo, hasta que entendí que no, que era al revés”. La echaron cuatro veces, pero como su abuela realizaba generosas donaciones, lograba que la reincorporaran.

Decían que arrastraba a los muchachos por los malos caminos; ella descreía que fueran malos pero sí sabía que eran bastante más divertidos.

Un día a su padrastro lo trasladaron a Buenos Aires y se vino a la ciudad. Se recibió de maestra, estudió algo de Psicología. Se puso a trabajar en una oficina pero apenas aguantó seis meses. A los 17 años conoció a Leonardo Barujel, uno de los empresarios artísticos más conocidos de su época, y se casó con él. Tres años después estaba separada, con una hija de ocho meses y una familia que, como alguna vez escribió Susana Viau, “nunca le había perdonado su casamiento con un judío y un judío que nunca le había perdonado su deserción matrimonial”.

Libertad necesitaba dinero para ella, pero sobre todo para su hija. Su ex le pasaba la cuota cada tres meses y además le cerraba todas las puertas. Si hacía una producción de fotos, llamaba a la revista para que no la publicaran. Si conseguía un trabajo, llamaba al productor para que no la contratara, solo logró hacer algo de dinero con las fotonovelas.

Unos productores la llevaron a un festival de cine en Venezuela. Ella puso en su valija una bikini a lunares. Entonces, la gran jugada: mientras la Borges les hablaba a los periodistas junto a la piscina del hotel sobre su experiencia en el festival de Cannes, Libertad -que ya era Leblanc- se sacó el vestido, se subió al trampolín y con su bikini atrajo la atención de todos.

Al día siguiente era portada de todos los diarios. Los distribuidores reclamaban sus películas pero no había. Un productor vio la veta comercial y le propuso filmar su primer protagónico. La flor del Irupé fue la primera, y aparecía desnuda. El éxito de taquilla fue descomunal.

Llegó a filmar 40 películas en la Argentina y en el exterior. Realizó más de 10 temporadas de teatro latino en Nueva York donde le pagaban cinco mil dólares por función. “En esa época, eras madre o eras puta. Y si encima como yo creías que el sexo era también una cuestión de placer, directamente eras una pecaminosa”. En vez de enojarse con los prejuicios ajenos, los utilizó a su favor.

Redactaba cada uno de sus contratos con cláusulas innegociables como la que obligaba a pagarle siempre: “Ni el incendio de un teatro ni una revolución pueden ser excusas”. O la que comprometía al productor “a no hacer figurar en la película a ninguna otra actriz con cabello claro”, además de cederle a Libertad el derecho exclusivo de explotación en no menos de cinco países. Por último, especificaba que ella siempre elegiría a su galán.

La mujer que se hizo sola, la que cuando Dalmiro Sáenz le preguntó en televisión por qué “siendo tan inteligente jugaba a ser idiota en las películas”, lo frenó con un “no sabe la guita que da hacerse la idiota”.

Libertad falleció en su casa de Recoleta, el jueves 29 de abril, a los 83 años.


www.conozcarecoleta.com.ar (6398) - Publicado: Viernes 30/04/21
Fuentes consultadas: infobae – teleshow