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Natalicio de Lola Mora una apasionada por la vida y el arte

Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández nació en la ciudad de Tala, provincia de Salta el 17 de noviembre de 1866 y este jueves se cumplen 156 años de su natalicio.

Su padre era Romualdo Alejandro Mora y su madre Regina Vega Sardina, ambos estancieros. El carácter de mujer luchadora contra los estereotipos lo tomó de su madre: una mujer estanciera no era bien visto, pero doña Regina no se amedrentaba y daba lucha sin cuartel a los prejuicios. Lola fue la tercera de 7 hermanos y en 1870 se fueron a vivir a la casa solariega que la familia poseía en la ciudad de San Miguel de Tucumán.

Escultura homenaje a Lola MoraEn 1874 comenzó sus estudios en el Colegio de Ntra. Sra. Del Huerto de esa ciudad. Pero en 1885 la familia sufre cinco días de desgracias. Doña Regina muere de pulmonía y su padre Romualdo, no pudiendo soportar la pérdida de su esposa, sufre un infarto y muere al otro día del sepelio. Romualdo murió de amor, se le partió el corazón por el dolor de perder a la mujer que amaba. Lola quedará al cuidado de sus familiares.

En 1887 llegó a San Miguel de Tucumán el pintor y escultor Italiano Giacomo Doménico Alfonso María Falcucci. Lola tomó clases de escultura y pintura con él y las financió pintando óleos y carbonillas de las personalidades de la sociedad tucumana. Así llegó a retratar, en carbonilla, al gobernador de Salta Delfín Leguizamón. Este quedó fascinado por el talento de la joven y le solicitó que realizara una colección de veinte retratos de los gobernadores tucumanos desde 1853, que luego fueron adquiridos por la legislatura de la provincia.

Lola comenzó a ser conocida en el ámbito de la sociedad política e intelectual. Viaja a Buenos Aires para solicitar una beca de estudios, que le fue otorgada por el presidente José Evaristo Uriburu. Con ella viaja a Roma para perfeccionar su arte. En 1897 llega al puerto de Ostia y de allí a Roma, donde comienza las clases con el pintor Francesco Paolo Michetti, quien había sido escultor en su juventud. Luego, con el maestro Constantino Barbella, toma clases de escultura en terracota. Pero todo cambia cuando conoce al escultor Giulio Monteverde, genial maestro del trabajo en mármol apegado a los cánones tradicionalistas originados en la Grecia clásica y luego reforzados durante el renacimiento. Él será su gran maestro y ella su mejor alumna. Su fama comenzó a extenderse por toda Europa, luego que un autorretrato realizado en mármol para la “Exposición Universal de París” de 1889 ganó una medalla de oro.

En nuestro país le llovían pedidos: el busto del presidente Roca, la escultura de Aristóbulo del Valle y grandes altorrelieves para poner en el “templete” que custodiaba el salón de la jura de la Independencia en Tucumán. Dichas obras se llevaron a cabo en una fundición de Roma, y representan al Cabildo Abierto del 25 de mayo de 1810, y a la declaración de la Independencia de 1816. Lola se tomó una licencia y retrató a uno de los congresales con el rostro de Julio Argentino Roca, su mecenas, protector, y algunos historiadores argumentan que fue también su amante. Empero, su sobrino bisnieto, el profesor Pablo Solá, desmiente con vehemencia que haya tenido amoríos con “el Zorro Roca”.

La artista tenía 42 años cuando se casó con Luis Hernández Otero, 17 años menor, hijo del ex gobernador de la provincia de Entre Ríos Sabá Zacarías Hernández. Unos años más tarde se separaron. Hecho que no hacía más que sumar escándalos a su vida de “demasiada libertad para ser mujer”. Eso también se reflejó en el vestir: usaba pantalones babucha, camisa de hombre y pañuelo al cuello en una época en la que las mujeres usaban faldas con polisón, corsés y amplios sombreros con adornos inmensos.

Fuente de las Nereidas obra de Lola Mora

Lola Mora es identificada principalmente por su obra la fuente de las Nereidas, hoy ubicada en la Costanera Sur. La realizó por encargo del intendente de la ciudad de Buenos Aires, Adolfo J. Bullrich en 1900, pero el intendente pasó por alto la aprobación del Consejo Deliberante, lo que en su momento fue motivo de críticas. “Las Nereidas” representan el nacimiento de la diosa Venus, es asistida y sostenida por dos criaturas que dan nombre a la obra: las nereidas, ninfas del océano. La fuente la completan tres tritones montados en sus caballos, emergiendo del agua. La fuente es una escultura de aproximadamente 6 metros de alto y 13 de ancho, construida totalmente con mármol de Carrara y realizada por la artista en su taller de Roma.

La obra se iba a ubicar en la Plaza de Mayo, frente a la catedral de Buenos Aires, pero sus desnudos causaron la ira del clero católico porteño. Los religiosos y algunas damas de la alta sociedad de aquellos tiempos sugirieron que fuera colocada en el barrio de Mataderos, que por aquella época era solo casi todo campo, o en Parque de los Patricios. Finalmente, en 1902 se inauguró en la intersección del Paseo de Julio (actual Avenida Leandro N. Alem) con la calle Cangallo (hoy Juan Domingo Perón), a poca distancia de la Casa Rosada. Las críticas se hicieron incesantes, sobre todo de los grupos católicos. Ella misma contestó por carta a los constante agravios a su persona: “…No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios”.

En 1918 la obra fue trasladada a la Costanera Sur. Fue la misma Lola quien eligió el lugar. No fue un destierro: en ese momento, el lugar daba hacia el río, y era el lugar donde las clases altas porteñas paseaban todas las tardes desde el comienzo de la primavera hasta fines de los veranos. Allí estaban los más famosos balnearios de la ciudad y las célebres cervecerías.

También fue convocada para realizar las esculturas alegóricas para el nuevo edificio del Congreso Nacional. Y así lo hizo por medio de un contrato firmado con el gobierno nacional en 1903 y que finalmente colocó en sus pedestales a mediados de 1907. En 1921 los presidentes de ambas cámaras del Congreso resolvieron retirarlas argumentando ‘razones de estética y perspectiva’. Aunque el diputado Luis Agote expresó con claridad y sin tapujos que esas esculturas eran “un adefesio horrible y no demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico”.

Se decidió donarlas a la provincia de Jujuy, a donde la propia artista viajó en 1922 para determinar su nuevo emplazamiento. Entre el 2012 y 2014 se realizaron calcos de las obras originales de Lola Mora, que están en Jujuy y estas copias ocuparon el lugar del cual nunca debieron haber salido: son dos grupos escultóricos representando la libertad, el comercio, la fuerza, la paz, el trabajo y la justicia. También es obra de su cincel el tintero de bronce realizado para la presidencia del Senado de la Nación.

Alrededor de 1920 vendió su palacete de Roma y abandonó la escultura para sumergirse en otros proyectos. Impulsó el dispositivo llamado “cinematografía a la luz”, que permitía ver cine sin necesidad de oscurecer una sala, pero no logró introducirlo en el mercado.

Además, fue contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, más conocido como Huaytiquina, por donde hoy transita el tren a las Nubes, en la provincia de Salta. También es la autora del primer proyecto de subterráneo y galería subfluvial para la Argentina, previstos para la Capital Federal, y del trazado de calles de la ciudad de San Salvador de Jujuy.

Sepulcro de Lola Mora

A principios de la década del 30 regresó a Buenos Aires con la salud mental muy deteriorada. La sociedad Sarmiento de Tucumán realizó una muestra a beneficio de la empobrecida artista. En 1935, el Congreso de la Nación aprobó una pensión para ella de 200 pesos mensuales. Falleció el 7 de junio de 1936 rodeada por sus tres sobrinas, que la asistieron durante toda la enfermedad. Estas, al morir su tía, quemaron cientos y cientos de notas, bosquejos, cartas y demás pertenencias de Lola, por lo cual parte de su vida se convirtieron en cenizas. Sus restos descansan en su amada Tucumán, en el cementerio del Oeste, y en 2010 su tumba fue declarada bien de interés histórico-artístico.


www.conozcarecoleta.com.ar (8282) - Publicado: Miércoles 16/11/22